miércoles, 21 de marzo de 2012

La búsqueda


Se levantó temprano y desayuno en silencio. Se lavó los dientes y la cara, se peinó, se miró al espejo. La ropa no le podía quedar peor, aunque buena y con poco uso, no se ajustaba a su cuerpo. Había sido usada por otra que la había descartado pronto por pasar de moda.
Se puso el abrigo y caminó rumbo al centro. Apenas amanecía, pero llegaría poco antes de las ocho y media a la sede del diario, donde entregaban gratis los clasificados. Hacía ya casi un año buscaba trabajo, y aunque había perdido algunas semanas en capacitaciones no había quedado en ningún lado, claro, muchas de estas capacitaciones estaban pensadas para que la gente no quedara; como el caso de una prestadora de medicina prepaga que ponía objetivos de venta inalcanzables. Entonces sentía que lo que fuera que se necesitara para vender por teléfono, no lo tenía. Tendría que buscar un escalón más abajo… si ventas no, entonces limpiar, o cadetear, o folletear… aunque ya se hubiera pasado la edad para algo así. Una carrera en el bolsillo y sus aspiraciones cada vez más pobres. Pero había que ganarse la comida urgente o su parienta no podría aguantarla mucho más bajo su techo.
Había caído en desgracia, todavía no sabía como la mala suerte había empezado a golpear fuerte, y menos aún sabía cuando acabaría aquello, si es que acababa.
Lo había tenido todo, una casa grande con patio, su familia, estudios, actividades extracurrículares... Con la ruptura de su familia de origen acaeció la primera gran crisis de su vida, pero encontró quienes le echaran una mano y al final se acomodó tan bien que hasta pudo seguir echando manos a sus amigos cuando lo necesitaban… tenía un laburito de pocas horas y poco pago, pero era gasolera y no necesitaba demasiado.
La segunda gran crisis vino con la de todos y fue económica, con el país en crisis perdió el trabajo y se quedó “en la pampa y la vía” o “con una mano atrás y otra delante” (tantas veces escuchó ese término sin imaginarse nunca que un día lo iba a usar en relación a sí misma). Había vivido en una casa tomada y comer carne era un gusto que se daba una vez por semana y aveces menos. Había adelgazado tanto que hasta había cambiado su ciclo menstrual, ahora en vez de ser de 5 días era de 2.
Cuando las cosas mejoraron un poco, una tía suya le pidió que fuera  a vivir con ella… nos hacemos compañía, tenés techo y comida y me hacés algunos de esos cuadritos lindos que hacés vos… le había dicho su tía. Y que alegría buscar trabajo por la mañana y embellecer a su tía en retratos inverosímiles por la tarde… y agarrar los trabajitos que sea para ganar una moneda acá y otra allá. Algunos días, agarraba sus herramientas y se iba al centro, a tratar de hacer un par de retratos por un billete… con eso solía alcanzarle para un atado de puchos y algunos víveres para la semana, no le gustaba no tener nada para aportar a la alacena de su tía.
La cosa estaba dura. Podía ver los rostros de siempre entristecidos y macilentos. El desaliento era general.
Pero no se quejaba y sonreía tanto como podía. Sin demasiado ánimo ni convicción imprimía currículum tras currículum, los repartía, asistía a entrevistas laborales y a las dos de la tarde calmaba el hambre con un poco del pan que hacían con su tía. Más tarde emprendía el regreso a casa, a pie.
Esto no puede seguir siempre así, pensaba… y le sonaban las palabras de su amiga del alma "no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo aguante, las probabilidades indican que tu suerte tiene que mejorar". Y eso le daba un pequeño aliento… y así siguió… 

No hay comentarios:

Publicar un comentario